Ernesto Noboa y Caamaño fue un poeta guayaquileño, figura del modernismo en la poesía latinoamericana, nacido el 11 de agosto de 1889, hijo de Don Pedro José Noboa y Carbo y de la Sra. Rosa María Caamaño y Gómez Cornejo, dos miembros de familias acomodadas y muy conocidas que había participado activamente en la política nacional (los presidentes José María Plácido Caamaño y Diego Noboa figuran entre sus antepasados), cursó estudios primarios en Guayaquil.
Luego de los estudios básicos, se estableció con sus padres en la ciudad de Quito, en donde su aleteo poético, fue cobrando altura a través de periódicos y revistas. Pero su fama se extendía también al auxilio de las reuniones amicales en las que declamaba lo propio y lo ajeno, en noches de bohemia en que no faltaba la excitación letal de los paraísos artificiales.
Poeta ecuatoriano. Junto a Arturo Borja,Humberto Fierro y, Medardo Ángel Silva, Ernesto Noboa formó parte del grupo de poetas que supuso la irrupción y apogeo del modernismo en Ecuador y que es conocido como Generación Decapitada, llamada así por el prematuro fallecimiento de estos poetas.
Tuvo una gran amistad con otro poeta de la generación decapitada y también de familia acomodada, Arturo Borja.
Extremadamente sensitivo y desdeñoso, el zambo como le llamaban por sus mechones ensortijados y rubios sufría de neurosis que solo era calmada con morfina.
Se entregó al alcohol y drogadicción con la finalidad de evadir la realidad convirtiéndolo en el recurso preferido para escribir sus poemas.
Las incomodidades del ambiente local, rudo para su ambición de vagas delicadezas, le empujaron hacia Europa. Buscando fortalecer su mente, pero en el fondo se sentía irremediablemente perdido, y sin ánimo para sobreponerse a la soledad de su mundo.
Marcado por la influencia de los “poetas malditos” lleva una vida al estilo de París e impulsado por su afán de encontrar “el tormentoso itinerario de Baudelaire” viaja a Europa en donde refina sus versos pero donde también se marca más su pesimismo y hastío.
Buscando encontrarse y huir de su neurosis, viajó a España y Francia.
El viaje depuró aún más sus gustos y sus percepciones. Le dio oportunidad de captar imágenes extranjeras saturadas de poesía. Un ejemplo de eso es su composición Lobos de mar, en el paisaje de Bretaña, cuando Noboa pudo contemplar a ese niño que desde el regazo de la madre humilde torna sus glaucos ojos de futuro marino—y se queda escuchando la promesa del mar!.
Las impresiones de su vagabundeo lejano y las que con alma sensible siguió recogiendo tras el regreso al país, pusieron el calor de lo humano en sus versos, aunque acentuaron al mismo tiempo su desazón, su pesimismo, su renunciamiento a la voluntad y el esfuerzo, su predilección por las drogas heroicas, su insalvable prisa hacia la muerte. Poseía un desmayo invencible frente a las cosas de la vida: “Del más mínimo esfuerzo mi voluntad desiste,—y deja libremente que por la vieja herida—del corazón se escape—sin que a mi alma contriste—como un perfume vago, la esencia de la vida.”
En medio de su abandono amaba más radicalmente las lecturas de los autores favoritos: «Heme, Samain, Jules Laforgue,Edgar Allan Poe -y, sobre todo, ¡mi Verlaine!». O, de igual manera que el modernista cubano Julián del Casal, confesaba su apetencia de morfina y de cloral para calmar sus “nervios de neurótico”.
Leyó a los franceses, a Rubén Darío. A Juan Ramón Jiménez. Y de ese modo asimiló virtudes de forma que le permitieron hacer poesía de gracia y delicadeza jamás lograda antes en el país. Rasgos estilísticos, predilecciones por lo francés y lo exótico, estado sentimental, singular aptitud renovadora, todo lo asocia legítimamente a lo más caracterizado del movimiento modernista hispanoamericano. Pero no desoyó totalmente el reclamo de los temas cercanos. Por eso compuso con certeza y colorido aquel soneto titulado «5 a.m.», que es una imagen fiel, viva, visual, de las gentes quiteñas que madrugan a la misa bajo el clamor de las campanas y que se mezclan con el truhán y la mujerzuela como en un apunte goyesco.
Usa toda la imaginería de ese ser como interior, con mucho más de emocional y patético que de plástico”
Casi toda su obra, marcada por la angustia y el hastío, se halla recogida en el libro Romanza de las Horas, publicado en 1922.
En su poesía, revestida de inigualable delicadeza y perfección, se nota la influencia de Samain, Verlaine y Baudelaire
Muchos de sus poemas fueron convertidos en canciones, sobre todo pasillos.
Tenía 36 años cuando se embarcó para partir sin rumbo cierto, Ernesto Noboa y Caamaño "fue la figura representativa del Modernismo en el Ecuador”
Para algunos, su poema Emoción vesperal marcó toda una época, es el más conocido y recordado tanto en Ecuador como en otros países, en el cual el poeta expresa el anhelo de evadir la realidad, cuando dice que en una tarde desearía perderse en un mar desconocido, acompañado de ningún navegante, aunque sabe que sus penas nunca lo abandonaran.
También escribió algunas obras de crítica.
Luego retornó a Quito, al regreso a la patria opta por la soledad absoluta, por desfogar su angustia escribiendo sus versos, y estaba escribiendo su segundo volumen de poesías — que jamás apareció— titulado “La sombra de las alas”, cuando la muerte lo visitófinalmente en la pieza oscura que habitaba junto con sus fantasmas en la ciudad de Quito, muy joven aún, a los 38 años de edad el 7 de diciembre de 1927.