domingo, 24 de septiembre de 2017

Poema Tu cabellera de Humberto Fierro

Tu cabellera
(Humberto Fierro)


Tu cabellera tiene más años que mi pena,
¡Pero sus o¬ndas negras aún no han hecho espuma…!
Y tu mirada es buena para quitar la bruma
Y tu palabra es música que al corazón serena.

Tu mano fina y larga de Belkis, me enajena
Como un libro de versos de una elegancia suma;
La magia de tu nombre como una flor perfuma
Y tu brazo es un brazo de lira o de sirena.

Tienes una apacible blancura de camelia,
Ese color tan tuyo que me recuerda a Ofelia
La princesa romántica en el poema inglés;

¡Y un corazón de oro… de la melancolía!
La mano del bohemio permite, amiga mía,
Que arroje algunas flores humildes a tus pies.

domingo, 17 de septiembre de 2017

Biografía de Humberto Fierro

Biografía de Humberto Fierro


Poeta ecuatoriano nacido el 17 de Junio del año 1890, en la ciudad de Quito, sus padres fueron el señor Enrique Fierro Rosero y la Señora Amalia Jarrín Zapata.

Humberto Fierro nació en medio de una familia burguesa que tenía mucho dinero.

Recibió una buena educación, correspondiente a su clase social.

La educación que tuvo Humberto, fue privilegiada y de gran esmero, dedicando su mayor tiempo en leer libros sobre sus autores favoritos.

Desde muy joven, se consagró apasionadamente a la lectura, sobre todo por la de los autores orientales.

Sus estudios primarios y secundarios los realizo en Quito y después alterno su residencia en su casa de Quito, encerrado en una habitación sobria y elegante en donde predominaban los libros, con prolongadas temporadas en su hacienda de “Miraflores” en Cayambe.

Pero allí rehuyendo de cualquier labor agrícola, se dedicaba a leer y soñar, dedicándose frenéticamente a la lectura, sobre todo a los autores orientales, pasaba épocas hasta de seis meses encerrado en los cuales se dejaba crecer el cabello hasta los hombros y en que producía en prosa y en verso para terminar quemándolo todo.

Al ser introvertido vivió apartado de todos y de todo, Prefirió la reclusión, lejos del ruido mundanal, la libertad se convirtió en su estandarte tras rebelarse de aquellos modelos con los que había sido educado. Gustaba de lecturas filosóficas, de la paz y la soledad.

Sus amplios conocimientos sobre idioma francés le dieron oportunidad de leer a diversos simbolistas y parnasianos en su propia lengua, logrando hermanarse con ellos en esas raras teorías de la vida.

No tuvo una vida llena de excesos, pero si fue una existencia bohemia, en la cual aprovechó su situación privilegiada a leer sus autores favoritos, a la escritura de poesía, pintura y música. Aunque su desempeño más sobresaliente fue como escritor.

Al crecer se encargó de las haciendas de su padre.

Humberto Fierro gozo de holgura económica hasta la muerte de su padre; después hubo de resignarse a percibir un sueldo burocrático.

Debido a su sencillez, y su forma de ser tan modesta, dedicó toda su vida como amanuense o secretario en una oficina perteneciente al Ministerio Público sin ninguna clase de ambición, sin preocuparse por mejorar su situación económica.

Con su personalidad introvertida y modesta prefería dedicarse a sus propios intereses y a frecuentar a sus pares intelectuales.

Pertenece al grupo de poetas modernistas conocidos como la "generación decapitada", junto a Medardo Ángel Silva, Ernesto Noboa y Caamaño y Arturo Borja. Se los nombró de esta manera, porque es una agrupación literaria caracterizada por el hecho de que todos murieron a muy temprana edad.

Estos fueron los precursores del modernismo literario en Ecuador.

Estaban profundamente influenciados por el poeta Rubén Darío y el simbolismo Francés del siglo XIX.

Renuncian a la rigidez del verso medido y dan preferencia al ritmo interior; pero sobre todo, revindican el ensueño, la fabulación y el entusiasmo como pilares de la creación literaria.

Todos además habían leído a importantes autores como Baudelarie, Victor Hugo y Verlaine.

El cuarto poeta ecuatoriano de la generación decapitada fue Humberto Fierro.

De entre los modernistas del grupo Fierro fue el de la sensibilidad artística más refinada y más amplia cultura. Y al desparecer Noboa y Borja asumió la principalía indiscutida del movimiento.

En sus obras se puede observar un sistema estético culto, alejado de los referentes nacionales, un lenguaje puro y sencillo que a veces se tornaba complejo y rebuscado. La prosa de estos revelaba siempre las desgracias de un país pobre a raíz de la corrupción política imperante.

Como la de Borja y Noboa, la poética de Fierro es la del desencuentro de clase. Hay una división entre su posición aristocrática y su ciudadanía mestiza.

Junta a esa cualidad, el de ser el estilista de la música perfecta dentro del verso, música, desde luego, no rítmica como la de sus otros compañeros, sino implícita dentro de la idea.

Hizo gran amistad con Arturo Borja, quien fue que lo descubrió como poeta y lo instó a publicar sus poemas.

La vida de Humberto Fierro, no duró demasiado como para marcar etapas o características autorales.

En 1919 publicó su primer libro titulado “El laúd en el valle” libro compuesto de 43 poemas, fue una obra que publicó en vida, y comenzó a trabajar en otro libro “Velada platina”.

Este segundo libro llegó a la imprenta, pero el propio poeta retiró los originales, no se publicó sino hasta 20 años después de su muerte en 1949, estos son los trabajos principales, que se conocieron de su autoría.

Sus poemas más destacados fueron «Tu Cabellera», «Los Niños», «Hojas Secas», «Romance de Cacería» y «A Clori».

A partir de 1920 llevó una vida bohemia, pero sin excesos, y en las noches se reunía con sus amigos y poetas en diferentes bares de la ciudad de Quito.

A pesar de haber crecido en medio de una familia de buena posición económica y social no impidió que muriera suicidándose, la muerte lo traslada a su ideal “valle de las fuentes y las flores” el 23 de agosto de 1929 a causa de una Sobredosis, cuando apenas tenía 39 años de edad, convirtiéndose en uno de los poetas decapitados que vivió más tiempo.

Fue el último de los decapitados en partir, seguramente aquellos con quienes se identificó por el tedio de la vida le estarían aguardando, su muerte puso punto final al modernismo.

domingo, 10 de septiembre de 2017

Poemas de Arturo Borja

Poemas
(Arturo Borja)


(...)

Por el jardín de primavera
yerra una brisa suave...
(...Era su rubia cabellera
como el ala de un ave
que fuese una quimera...)

Se han deshojado los rosales
mustios y fatigados
(...Oh sus manos liliales
cuyos dedos cansados
deshojan los males...)

* * *

Y dijeron las hadas: "Tus dorados cabellos
serán aúreo manojo del celeste trigal;
en tus ojos pondremos zafirinos destellos,
en tus ojos azules tendrás todo el Ideal."

* * *

La brisa viene leve y nemorosa
rizando el agua muerta del pantano
y un surtidor romántico y lejano
desata una elegía dolorosa.

Se deja oír fugaz, medio borrosa
la nostalgia quimérica de un piano
que despereza en su reír profundo
la silenciosa fronda luminosa.

* * *

Tu alma es como un gran lago de piedad
en el que ha de naufragar mi soledad.

Tu mirada de pasión y caridad,
tu mirada es mi única verdad;

es la lámpara que alumbra con amor
lo más negro de mi sótano interior.

* * *

Blancas noches de amarguras
y de recuerdos... Callada
noche que añoras las puras
noches con la bien amada.

Ella estará lejos. Ella
estará, tal vez, mirando
a la cristalina estrella
que mirábamos llorando.

¡Qué no diera, qué no diera
yo por saber si ella piensa,
mirándome, en la quimera
de nuestra pasión intensa!
(...)

* * *

Después de haber leído aquellos versos
clarísimos y puros
como el cristal sonoro de una fuente,
pensé: si yo pudiera
abandonar las complicadas sendas,
dejar la engañadora florescencia
de los invernaderos angostados,
hacer canciones buenas,
escuchar con unción la sinfonía
interior... Regresar a nuestra casa
blanca que en el sendero nos aguarda
con las puertas abiertas
y con la mesa puesta—manteles albos,
pan sin levadura—
y sentir al entrar una caricia
blanda con la mirada de la hermana
que siempre nos espera,
llenos los labios de perdón y el alma
propicia siempre a derramar ternura.

* * *

La tarde está de paz. Ha llovido. Yo siento
que me ahoga una dulce esperanza abrileña.
Hay en mis ojos humedad de sentimiento
de llanto, y en mi alma una música sueña...

Es una música aérea, llena de tu recuerdo
una música suave y tierna que me canta
que estás en mí y por mí, que sin tus labios pierdo
mi primavera buena, mi primavera santa.

Mi soledad y tu recuerdo, ¡oh, qué dulzura!,
¡sentir lejanamente, sentir muy vagamente
una caricia lánguida deshecha de ternura
que del alma a los ojos sube constantemente!

* * *

La palidez lluviosa
de la mañana gris...
La lluvia silenciosa
sobre la pena gris...
Frío... Monotonía
de la lluvia sin fin.
Frío... Melancolía
paralítica y ruin.
El tedio de la hora
bosteza en el verdín
de la fuente que llora
paralítica y ruin.
Entre su cárcel yerta
bosteza el corazón.
Le han cerrado la puerta
para toda ilusión.
La fronda que decora
verdinegra el jardín
teme, suspira y llora
la fronda del jardín.

* * *

Primaveral princesa,
flor fragante y gentil;
promesa
para el príncipe Abril-

Que todas las canciones
engarcen en tu loor
los sones
más dulces del amor.

Que las más blancas rosas
y que los lirios den
gloriosas
coronas a tu sién.

Y que todas las Hadas
deshojen en tu honor
rosadas
ilusiones en flor.

Celeste prometida
de un sueño virginal,
tu vida
se enflorece de Ideal.

Poema A Misteria de Arturo Borja

A Misteria
(Arturo Borja)


¡Oh, cómo te miraban las tinieblas,
cuando ciñendo el nudo de tu abrazo
a mi garganta, mientras yo espoleaba
el formidable ijar de aquel caballo,
cruzábamos la selva temblorosa
llevando nuestro horror bajo los astros!
Era una selva larga, toda negra:
la selva dolorosa cuyos gajos
echaban sangre al golpe de las hachas,
como los miembros de un molusco extraño.
Era una selva larga, toda triste,
y en sus sombras reinaba nuestro espanto.
El espumante potro galopaba
mojando de sudor su cansancio,
y ya hacía mil años que corría
por aquel bosque lúgubre. ¡Mil años!
Y aquel bosque era largo, largo y triste,
y en sus sombras reinaba nuestro espanto.
Y era tu abrazo como un nudo de horca
y eran glaciales témpanos tus labios,
y eran agrios alambres mis tendones,
y eran zarpas retráctiles mis manos,
y era el enorme potro un viento negro
furioso en su carrera de mil años.

Caímos a un abismo tan profundo
que allí no había Dios: montes lejanos
levantaban sus cúspides, casqueadas
de nieve, bajo el brillo de los astros,

A causa del suicidio del poeta, el poema ha quedado para siempre inconcluso.

domingo, 3 de septiembre de 2017

Poema Lola, para que cante yo todos tus tesoros... de Arturo Borja

Lola, para que cante yo todos tus tesoros...
(Arturo Borja)


Lola, para que cante yo todos tus tesoros
necesito el aperitivo que regenera,
las lejanías glaucas de una feraz pradera
y el geométrico ritmo de los antiguos coros...

La pedrería exótica, los esmaltes, los oros
que prestigian la gracia de tu helénica pose
serán en mis versos desusados, y no se
sentirán palpitantes desechando decoros.

Y así, pido una venia para este pordiosero
de belleza, siguiendo los cortesanos ritos:
Yo, que vivo soñando, no siento que me muero...

Quiero decir un verso pulido y diamantino
todo el prestigio helénico


A causa del suicidio del poeta, el poema ha quedado para siempre inconcluso.

Poema Idilio Estival de Arturo Borja

Idilio Estival
(Arturo Borja)



I

Vistió mi juventud oro y brocado.
En su copa de púrpura embozada,
la mano sobre el pomo cincelado
de su sutil y florentina espada,

la blanca pluma del chambergo al viento,
al luar de las noches estivales
bajo la esbelta ojiva de un convento
mustió sus primeros madrigales.

Y hubo una faz seráfica y radiosa
que tras la floreada vidriera
le escuchaba llorando silenciosa.

Y hubo una escala lírica tejida
con hilos de la rubia cabellera
ante las plantas de Jesús caída.


II

Sobre el jardín deshoja el mediodía
su guirnalda de púrpura y de oro,
mientras eleva el surtidor sonoro
sus penachos de viva pedrería.

Fermenta el aire la embriaguez del vino.
Entre los labios la palabra muere
de pereza, y al sol el nardo adquiere
un acre olor a sexo femenino.

Arde el jardín en la estival hoguera
y en su gran pebetero se consume
todo el aroma de la Primavera.

Y en su jardín de carne solitario
quema en él la Vida su perfume
como en las brazas de un gran incensario.


III

¡Alma, que vienes a mis reinos, llega
desnuda de cualquier mortal empeño,
y en holocausto de mi amor entrega
el virginal perfume de tu ensueño!

Vendrás a mis alcázares de oro
por los largos caminos visionarios.
Te conduce una estrella, y un tesoro
de gemas portas en tus dromedarios.

Mi lámpara encendí, pero aún no miro
fulgir el aúreo velo que te viste
en medio de las sombras nocturnales.

Mas ya en las brisas del jardín aspiro
el perfume de nardos con que ungiste
tu cuerpo para nuestros esponsales.


IV

Cuando tiendo mis brazos a tu cuello


A causa del suicidio del poeta, el poema ha quedado para siempre inconcluso.