domingo, 26 de febrero de 2017

Poema Morfina de Ernesto Noboa y Caamaño

Morfina
Ernesto Noboa y Caamaño


Morfina,
divina!

De las almas tristes celeste beleño,
fuente inagotable para todo ensueño,
eficaz alivio de todo sufrir.

Bálsamo piadoso para toda herida,
de los soñadores dulce prometida
que nos indemnizas del mal de vivir.

Tú sabes secretos de fakires magos,
para las dolencias, para los estragos,
para los embates de toda aflicción.

Al contacto leve de tus manos buenas
se cura la angustia, se mata las penas,
y nos nacen alas en el corazón

Muchos compadecen a los que te amamos,
los pobres no saben por qué te buscamos
y por qué es tu culto nuestro único amor.

Culto bondadoso de los que soñamos,
de los que sufrimos, de los que lloramos,
de los predilectos hijos del Dolor.

De los que llevamos el secreto anhelo
de batir las alas y emprender el vuelo,
lejos de este mundo, lejos de este suelo,
donde tiene un trono la vulgaridad.

Y para la inútil vida cotidiana,
tú tienes consuelos como una hermana,
como una Hermana de la Caridad.

¿Tú fuiste, acaso, el fruto prohibido
que entre los follajes se hallaba escondido
del árbol del Bien y del Mal?

¿Por qué Dios al hombre desdichado le hizo?
Pero ya tenemos otro paraíso,
aunque éste sea artificial!

Tú idealizas todas las cosas grotescas
y por ti vivimos en aladisnescas
ciudades de oro, nácar y marfil.

Del joyel del sueño nos abres los broches
y es la vida un cuento de Mil y Una Noches,
y es la vida un sueño de un cuento de abril.

Morfina,
divina!

dame tus caricias para resistir
el amargo acíbar de nuestra existencia,
dame tu veneno, dame tu inconciencia,
porque ya sin ellos no puedo vivir

lunes, 20 de febrero de 2017

Poema Luna de Aldea de Erneso Noboa y Caamaño

Luna de Aldea
(Ernesto Noboa y Caamaño)


Dulces juegos infantiles
en la plaza de la aldea,
bajo la luz de la luna,
sobre la alfombra de tierra.

Ellos y ellas, en un coro
alegres saltan y juegan;
ellos les buscan las manos
y ellas se dejan cogerlas.

Sopla cadenciosa y suave
la brisa de primavera
trayendo el agreste aroma
de las cercanas praderas.

¡Dulces juegos infantiles,
voces claras y sedeñas!
Una risa fresca y pura
se junta a otra pura y fresca.

Y en un rincón apartado
quizás una amante pareja
se inicia en el sufrimiento
con la caricia primera.

En la mitad de la plaza
hay una fuente de piedra
donde se baña la luna
como para ahogar su pena.

Vibra en la copa del aire
el son frágil de las cuerdas
de una guitarra cascada
y una voz que canturrea:

"La Virgen de los Dolores
vio mis lágrimas primeras;
yo le regalaba flores
para que tú me quisieras."

¡Dulces juegos infantiles,
voces claras y sedeñas,
y almas sencillas que lloran
por una esperanza muerta!

Suenan once campanadas
en el reloj de la iglesia,
la voz doliente se apaga,
los juegos alegres cesan.

Por la blancura apacible
de las angostas callejas,
ellos y ellas, de las manos,
a los hogares regresan.

Y en el silencio dormido
sobre la plaza desierta,
sólo la fuente y la luna
siguen rimando sus penas

domingo, 12 de febrero de 2017

Emoción de una flauta de noche de Ernesto Noboa y Caamaño

Emoción de una flauta en la noche
(Ernesto Noboa y Caamaño)


Una flauta solloza en la dormida
soledad de la noche silenciosa,
una flauta perdida,
Misteriosa
y doliente,
cuya voz aterida
viene como una blanca mariposa,
y se posa
en mi herida
dulcemente...

¡Vaga y desgarradora
melodía,
la que la flauta llora
en la noche sombría!

Ave ciega y oscura
del Sentimiento
que inspiraste el grito de ternura
que hasta mi corazón llega en el viento,
Murmura
tus trémulas escalas

de secreta amargura
y pliega la fatiga de tus alas
sobre mi desventura.

Suene tu ritmo cadencioso y flébil
en la noche serena;
mi alma es también como una flauta débil
que gusta del amparo de la noche
para hacer el derroche de su pena...

La flauta melodiosa
sigue tañendo lánguida su queja,
y se aleja... se aleja...
en la noche dormida y silenciosa...


domingo, 5 de febrero de 2017

Poema Para la angustia de las horas de Ernesto Noboa y Caamaño

Para la angustia de las horas
(Ernesto Noboa y Caamaño)


A mi madre.

Para calmar las horas graves
del calvario del corazón
tengo tus tristes manos suaves
que se posan como dos aves
sobre la cruz de mi aflicción.

Para aliviar las horas tristes
de mi callada soledad
me basta... ¡saber que tú existes!
y me acompañas y me asistes
y me infundes serenidad.

Cuando el áspid del hastío me roe,
tengo unos libros que son en
las horas cruentas mirra, aloe,
de mi alma débil el sostén:
Heine, Samain, Laforgue, Poe
y, sobre todo, ¡mi Verlaine!

Y así mi vida se desliza
-sin objeto ni orientación-
doliente, callada, sumisa,
con una triste resignación,

entre un suspiro, una sonrisa,
alguna ternura imprecisa
y algún verdadero dolor...