domingo, 19 de marzo de 2017

Poema Romanza de Verano de Ernesto Noboa y Caamaño

Romanza de Verano
Ernesto Noboa y Caamaño



A don Cristóbal de Gangotena y Jijón, que «vive de amor de América y de pasión de España».

Mediodía de verano -oro y azul- que pones
tanta nueva alegría, tanta ansiedad secreta,
¡como un florecimiento sobre los corazones!
Bajo la brisa inquieta
el parque rumoroso de nidos y canciones,
es como un armonioso corazón de poeta.

Sed de amor en las almas, que humedece los ojos,
la divina locura de divinos excesos,
en los cálices rojos
en los labios traviesos,
como tábanos de oro, ¡revolotean los besos!
Por las sendas brillantes,
las mullidas arenas,
las parejas amantes
entretejen con hilos de los dulces instantes
el manto de las horas propicias y serenas...
pasan rondas frágiles, ramilletes fragantes
de románticas rubias y ardorosas morenas.

Sobre el escudo heráldico del azul se diseña
como prócer cimera
la arrogante palmera
que enamorada sueña
con el pino del Norte, como cantaba el verso
melodioso de Heine; y el lago terso
como un espejo ustorio, se estremece
con las alas de seda
de un cisne majestuoso que padece
su galante nostalgia de los muslos de Leda...

Cielo azul, lago y cisne, ágil frondaje,
decoración de noble señorío
que sugiere la magia de un paisaje
del alma inmensa de Rubén Darío.

En la vecina plaza, que sombrean los ramajes
de las finas acacias y los mirtos paganos,
-harapos de color y ojos salvajes
cruza la caravana de gitanos.
Y rompe el aire leve y ardoroso
el monótono ritmo con que apremia
el rudo y agrio tamboril al oso
que hace danzar la zíngara bohemia.
¡Mujer errante de alma de leyenda,
labios huraños y ojos estelares,
que me supo cantar bajo su tienda
el divino Cantar de los Cantares...!
¡Mujer errante de fatal destino,
nómada ambigua que a beber me diste,
mezclada con la sangre de tu vino,
tu pena vieja y tu lujuria triste!
¡Carne morena que me dio su agreste
sabor de dátil y su olor de fiera,
y el opio de un sutil sueño celeste
en su boca de roja adormidera!

¡Hora de germinal, sangre encendida,
surco fecundo, palpitante entraña,
polen sagrado, savia de la vida,
siempre perdida bajo el sol de España!

¡Medio día de verano -oro y azul- que escancia
tanta nueva alegría, tanta inquietud secreta,
como sutil fragancia
sobre los corazones!
El parque rumoroso de nidos y canciones
tiembla bajo el halago de la brisa discreta
como un profundo y claro corazón de poeta.

Y vibra el día vernáculo; y la lluvia
aurífera del sol todo lo alegra:
brilla el metal de la guedeja rubia
junto al acero de la crencha negra.

¡Sed urgente de amor que nada calma
y hace que brote de los labios rojos
la inefable canción que sangra el alma
y humedece los ojos...!

Música de oro que en el aire flota,
sinfonía estival que dice: ¡ama!
en la que cada beso es una nota
y el corazón es todo el pentagrama.

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