El sol de los ciervos
(Humberto Fierro)
En la alborada de la vida
vivía en una extensa tierra,
como una hacienda de Florida
o un condado de Inglaterra
de los gansos a las perdices
íbamos de Marte a Eros,
con los entusiasmos felices
de los antiguos caballeros.
Teníamos lacas de Kioto,
Biblias al gusto de un Nuncio,
antigüedades de Herodoto
y modernismo de D'Annunzio
la campana llamaba al almuerzo
en la santidad matutina,
y como un diablillo el cierzo
se raptaba su voz campesina...
Y aproximándose al Excidio
por las montañas de los osos,
moría un claro sol de Ovidio
entre rebaños fabulosos;
ese sol de besos dorados
que en las haciendas tranquilas
es el amor de los venados
y la dulce hadas de las lilas.
* * *
Oh las luciérnagas, los lampos
de la luz última del día!
Oh la hermosura de los campos
llenos de melancolía!
Hora en que parando el trote
del Clavileño de la Gloria,
medita triste el Don Quijote
sobre la vida transitoria
Y agonizando como magno
dice Roldán a los luceros
el fin de Don Carlomagno
y de sus bravos caballeros.
Aún suena el son de voz dolida...
Mas por designios del Eterno
todo el pasado de la vida
llora en el débil son del cuerno!
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